sábado, 28 de marzo de 2015

Encantados


Rincones de café con leche,
emulando
opacas copas de absenta azucarada,
con su melaza
precipitada
por las emociones palpebrales,
por las anticipaciones nosocomiales,
por los gozos y las sombras de un crepúsculo esperado,
por la tropezada ironía
que abriga la anacronía
de los santos inocentes,
la que describe pudorosa
el albor del descubrimiento,
como un mal cuento.

Una mañana de encantes, de encantes viejos, de encantados, de frios versos arropados por el calor de la compañía, por el calor de esas conversaciones que desvelan mundos almidonados, acorralando las realidades de las esquinas de nuestros marcos. 

Vilacasas, fue otro de aquellos amigos sin foto, un pintor de calado hondo, espíritu bohemio de escritor profético. Insomne trazo, al que el lienzo limitaba la planimetría de sus bocetos, quizás, por eso decidió pintar a brocha su seat 600 con la obra de sus aciertos, con el camuflaje gris de cruzar cifrado, configurándolo en fachada, acera y adoquín, hasta el fundido en negro de las desnudas calles de una abstracta Barcelona.


Vilacasas: siempre me sorprende, que el perfil del descubrimiento discurra lego por el sigilo del tropiezo... Gonzalo, no sé cómo lo haces pero te anticipo que, el camino será largo y tenebroso, y puede que hasta peligroso en el ángulo de sus cornisas... y tú... tú serás su protagonista, el protagonista de la "Operación Modigliani"







sábado, 28 de febrero de 2015

Sobreviviendo al arte


Hay tiempos, en los que uno no piensa en hacerse fotos con los amigos, acaparando ese cruce de miradas que se brinda con lo puesto.

Hay tiempos, en los que uno se arrepiente de no haberse hecho alguna foto con los amigos, porque algunos amigos se marchan para siempre. 

Agustín, fue uno de esos amigos sin foto, con los que disfrutar del arte y de su supervivencia, zurcía los rotos hasta los descosidos, hasta los descosidos del tiempo y de su pedantería.

Por aquel entonces, Agustín, un hombre grande de puesto afable y esculpir travieso, de eje encorvado y patillas sesenteras, de pelo blanco y cejas pobladas hasta las orejas, enmarcadas por su curtida mirada desde los precipicios del frente, con la candidez de sus fundidos de bronce, moldeados de barro y dibujos de trinchera.

Agustín: Gonzalo, tenemos algo grande entre las manos, algo tan grande que, te devorará hasta el eco del llanto.


Agustín compartió las comparsas del indómito artista, sin la carencia musitada del marchante de caza, del tener que alimentar su ego, con la egolatría de la superchería y de su condenada monetización.

Un día, un periodista le preguntó su opinión sobre la obra de Joan Miró, del artista consagrado, del admirado, el que vendió sus cuadros desde unos céntimos a unas decenas de pesetas, hasta la llegada de la gran subasta, la subasta de su consagración, "La Masía". Una obra tan grande, como lo fueron los pudientes secuestros que pujaron por la caricia de sus trazos.

Periodista: ¿Qué opina de Joan Miró?

Agustín: que ese gran hombre, enseñó a pintar hasta a los niños

Siempre se extraña, su palabra apacible, su sonrisa calada, entre aquella nariz ancha, acomodada entre grandes lentes de aumento, gafa-pastas de porte noble y un romántico sigilo de artista.

Agustín: ... es curioso que, en las iglesias no se bendicen las imágenes de terracota, cual material noble y hálito divino moldeado de hombre. Se prefieren los portes del innoble molde de yeso, y de todo eso que se pueda reconstruir. Suena raro ¿no?




sábado, 14 de febrero de 2015

Ojos de brisa



Rescatando ubicuidades con lo improvisado del tropiezo, del "ya está", del "ya no hay vuelta atrás". Finiquitando los balances con la contusión de lo sublime.
Gonzalo, admiraba absorto las inquietantes pinceladas y el matiz de los colores, y aquellos ojos que, cambiaban con la luz y le seguían con sus iridiscencias ocres, vigilantes, escrutando desde las sombras de lo inquieto. Bruma de un amarillo profundo, parpadeando un sin fin de singularidades.

Ojos de brisa, mirando desde una habitación cerrada. El olvido del crepúsculo abriendo sus labios de mujer. Pudor de piel rosada y ojos vivos. Boceto desnudo de musa sentada, con una camisa blanca entre las manos.

Corrían los tempestuosos meses de 1917, en los que la Virgen María se aparecía frente a unos jóvenes pastores en Fátima. Germinaba, una ya olvidada Revolución Rusa, con el perfil de su Lenin y el abrupto final de los Zares de Rusia. Francia, apresaba a una esquiva Mata Hari. Apresada y posteriormente ejecutada. Se decidía el pago de un franco diario a los soldados  de las trincheras, y se dejaban de fabricar monedas de cobre, fundiendo las acuñadas para desangrar los amores del frente.






Boceto "Desnudo sentado con una camisa entre las manos" (1917).
Óleo sobre papel. 49x36,5. Detalle de la cabeza.

Kon-tiki (2015)




viernes, 16 de enero de 2015

Con olor a óleo y a carmín


Con el improvisar de lo sincero, enervando con salero un estropajo bien mojado, bien mojado y bien enjabonado, frota que te frota, con el ardil del buen Quijote, rascando comisuras, carboncillos y diabluras, nombres inconfesos y pátinas de angustias que cubrían lo más bello.

Poco a poco, frota a frota, afloraban las zozobras de un olvido con olor a óleo y a carmín. Una dermis ruborizada que le erizaba hasta los suspiros de la nuca, con un aliento satinado que emanaba anís de ajenjo y pasión.

Desnuda y aseada, sólo con lo puesto, con el velo del olvido aún prendido, sonreía sincerada, la más bella, la esperada.

Gonzalo (a pecho henchido): "Es preciosa" 

Carboncillos de solapas y cábalas ajadas, perfiles de angustias y risas encofradas, conformadas y bien cicatrizadas, pero todas ellas bien borradas, sin el nombre del supuesto que, no volvería a ver la luz, más que con un haz de espectroscopia de masas.





Kon-tiki (2014)



jueves, 8 de enero de 2015

Los tropiezos del descubrimiento


Habían pasado ya dos horas, desde el  ondear los flecos del descubrimiento al ritmo de la aurora, al ritmo de unos pequeños sorbos de café amargo, de ese café que curte las papilas gustativas y adormece  el paladar.

Gonzalo, estaba absorto contemplando el tunear del nuevo lienzo, con esa intriga del "no lo entiendo", indagando los trazos tumefactos de una página de olvidos, de tropiezos y supuestos, del dejar para luego lo presente, para un día, terminar analizando la matriz de lo turgente, de lo lentamente macerando en el rincón oscuro de un desván.

Abrumado, por el matiz de los retoques dibujados, perfilando a lápiz los contornos de su musa, salpicando con un desprender de letras el trasfondo de un delirio pintado al óleo, grafiteando el orgulloso nombre de un presunto, descendiendo por el margen inferior izquierdo del desnudo, de arriba a abajo, con la atormentada caligrafía del hambriento, del genio único, del lamento y del poeta enamorado. Se trataba de algo grotesco, rezando con grafito la incomprensión de lo inconfeso, con un sigilo mantenido y un "no contengo", discurriendo cincelado, animoso, un sinuoso:
"M-o-d-i-g-l-i-a-n-i"

Gonzalo: "manda huevos, en qué se entretiene la gente, en rayar siempre lo solemne que apasiona"

Simona, su mujer, suspendida por la incredulidad de un nuevo trasto, invadiendo el angosto lateral izquierdo del comedor de casa.

Simona: ¡Encima...!

Se trataba de un cuadro sucio, ennegrecido y mugriento, desnudo y de colores apagados. Desnudo, singularmente subrayado por la esencia de lo obtuso y del despojo.

Simona (gritando cabreada): ¡Ya lo has conseguido...! ¡Estarás contento...! ¡Ya me has metido otro trasto en casa...!

Gonzalo, ansiando desnudar lo ya desnudo, apresurado por el mantener las viejas formas de lo implícito, del "yo te quiero" y del "yo te sigo queriendo, pero no comprendo..." tomó la determinación, en ese momento, la que le pareció una sensata ejecución del argumento, la del "limpio bien limpio", la del "cariño, que bonito queda ahora", la de la anomia y su infinita incomprensión.




Kon-tiki (2014)