jueves, 8 de enero de 2015

Los tropiezos del descubrimiento


Habían pasado ya dos horas, desde el  ondear los flecos del descubrimiento al ritmo de la aurora, al ritmo de unos pequeños sorbos de café amargo, de ese café que curte las papilas gustativas y adormece  el paladar.

Gonzalo, estaba absorto contemplando el tunear del nuevo lienzo, con esa intriga del "no lo entiendo", indagando los trazos tumefactos de una página de olvidos, de tropiezos y supuestos, del dejar para luego lo presente, para un día, terminar analizando la matriz de lo turgente, de lo lentamente macerando en el rincón oscuro de un desván.

Abrumado, por el matiz de los retoques dibujados, perfilando a lápiz los contornos de su musa, salpicando con un desprender de letras el trasfondo de un delirio pintado al óleo, grafiteando el orgulloso nombre de un presunto, descendiendo por el margen inferior izquierdo del desnudo, de arriba a abajo, con la atormentada caligrafía del hambriento, del genio único, del lamento y del poeta enamorado. Se trataba de algo grotesco, rezando con grafito la incomprensión de lo inconfeso, con un sigilo mantenido y un "no contengo", discurriendo cincelado, animoso, un sinuoso:
"M-o-d-i-g-l-i-a-n-i"

Gonzalo: "manda huevos, en qué se entretiene la gente, en rayar siempre lo solemne que apasiona"

Simona, su mujer, suspendida por la incredulidad de un nuevo trasto, invadiendo el angosto lateral izquierdo del comedor de casa.

Simona: ¡Encima...!

Se trataba de un cuadro sucio, ennegrecido y mugriento, desnudo y de colores apagados. Desnudo, singularmente subrayado por la esencia de lo obtuso y del despojo.

Simona (gritando cabreada): ¡Ya lo has conseguido...! ¡Estarás contento...! ¡Ya me has metido otro trasto en casa...!

Gonzalo, ansiando desnudar lo ya desnudo, apresurado por el mantener las viejas formas de lo implícito, del "yo te quiero" y del "yo te sigo queriendo, pero no comprendo..." tomó la determinación, en ese momento, la que le pareció una sensata ejecución del argumento, la del "limpio bien limpio", la del "cariño, que bonito queda ahora", la de la anomia y su infinita incomprensión.




Kon-tiki (2014)




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