sábado, 28 de febrero de 2015

Sobreviviendo al arte


Hay tiempos, en los que uno no piensa en hacerse fotos con los amigos, acaparando ese cruce de miradas que se brinda con lo puesto.

Hay tiempos, en los que uno se arrepiente de no haberse hecho alguna foto con los amigos, porque algunos amigos se marchan para siempre. 

Agustín, fue uno de esos amigos sin foto, con los que disfrutar del arte y de su supervivencia, zurcía los rotos hasta los descosidos, hasta los descosidos del tiempo y de su pedantería.

Por aquel entonces, Agustín, un hombre grande de puesto afable y esculpir travieso, de eje encorvado y patillas sesenteras, de pelo blanco y cejas pobladas hasta las orejas, enmarcadas por su curtida mirada desde los precipicios del frente, con la candidez de sus fundidos de bronce, moldeados de barro y dibujos de trinchera.

Agustín: Gonzalo, tenemos algo grande entre las manos, algo tan grande que, te devorará hasta el eco del llanto.


Agustín compartió las comparsas del indómito artista, sin la carencia musitada del marchante de caza, del tener que alimentar su ego, con la egolatría de la superchería y de su condenada monetización.

Un día, un periodista le preguntó su opinión sobre la obra de Joan Miró, del artista consagrado, del admirado, el que vendió sus cuadros desde unos céntimos a unas decenas de pesetas, hasta la llegada de la gran subasta, la subasta de su consagración, "La Masía". Una obra tan grande, como lo fueron los pudientes secuestros que pujaron por la caricia de sus trazos.

Periodista: ¿Qué opina de Joan Miró?

Agustín: que ese gran hombre, enseñó a pintar hasta a los niños

Siempre se extraña, su palabra apacible, su sonrisa calada, entre aquella nariz ancha, acomodada entre grandes lentes de aumento, gafa-pastas de porte noble y un romántico sigilo de artista.

Agustín: ... es curioso que, en las iglesias no se bendicen las imágenes de terracota, cual material noble y hálito divino moldeado de hombre. Se prefieren los portes del innoble molde de yeso, y de todo eso que se pueda reconstruir. Suena raro ¿no?




sábado, 14 de febrero de 2015

Ojos de brisa



Rescatando ubicuidades con lo improvisado del tropiezo, del "ya está", del "ya no hay vuelta atrás". Finiquitando los balances con la contusión de lo sublime.
Gonzalo, admiraba absorto las inquietantes pinceladas y el matiz de los colores, y aquellos ojos que, cambiaban con la luz y le seguían con sus iridiscencias ocres, vigilantes, escrutando desde las sombras de lo inquieto. Bruma de un amarillo profundo, parpadeando un sin fin de singularidades.

Ojos de brisa, mirando desde una habitación cerrada. El olvido del crepúsculo abriendo sus labios de mujer. Pudor de piel rosada y ojos vivos. Boceto desnudo de musa sentada, con una camisa blanca entre las manos.

Corrían los tempestuosos meses de 1917, en los que la Virgen María se aparecía frente a unos jóvenes pastores en Fátima. Germinaba, una ya olvidada Revolución Rusa, con el perfil de su Lenin y el abrupto final de los Zares de Rusia. Francia, apresaba a una esquiva Mata Hari. Apresada y posteriormente ejecutada. Se decidía el pago de un franco diario a los soldados  de las trincheras, y se dejaban de fabricar monedas de cobre, fundiendo las acuñadas para desangrar los amores del frente.






Boceto "Desnudo sentado con una camisa entre las manos" (1917).
Óleo sobre papel. 49x36,5. Detalle de la cabeza.

Kon-tiki (2015)