Corrían los inicios de un frío otoño de 1975, en los que un joven Johan Cruyff, había catapultado al Barça hasta lo más alto de la liga de las distracciones de domingo, acaparando colecciones de cromos, estampitas, portadas de revistas y periódicos,… eran tiempos, en los que un franquismo agonizante, pasaría página en uno de sus NODOs en blanco y negro, arrastrando un consentido “españoles,… Franco ha muerto”.
Ese, fue el mismo otoño en el que Gonzalo, un perfil curioso amante del arte y de lo antiguo, aun limitado por lo escrutado, de infancia de postguerra y de los desprendimientos del hambre, encontró algo curioso, algo sucio y harapiento,… el germen de una búsqueda entre tiendas de anticuario, objetos viejos de rastrillo y las prendas del despojo que, abrigaban su sigilo. Eran tiempos de cambios, del desprenderse del tumulto del auspicio, y a veces, del olvido y de los olvidados.
Era una mañana de rastro, de hojas caídas por el ocaso de la pobreza prendida, del París del arte y del desenfreno, de la tuberculosis y de lo austero. Gonzalo sostenía lo que parecía un lienzo entre sus tambaleantes manos. Curioso y matizado, por el encuentro del sigilo para no subirle más el precio al cuadro, exhaló desinteresadamente:
Gonzalo: ¿cuánto pide por el cuadro?
Trapero: ¡dos mil pesetas!
Gonzalo: ¡pero hombre… si esto abarca la pedantería del desguace y la mugre del supuesto… le hacen quinientas…!
Trapero: ¡que sean mil!... ni pa usted ni pa mi… que hoy hace frío, y los anticuarios ya han segado...
Kon-tiki (2014)